KONIGSBERG, Ira - Diccionario_Técnico_Akal_de_Cine.pdf

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Ira Konigsberg
DICCIONARIO
TÉCNICO AKAL DE
CINE
Traducción de
Enrique Herrando Pérez y Francisco López Martín
A Nancy,
mi compañía en el cine,
y a mi padre,
que me llevó por primera vez
Maqueta: RAG
Diseño cubierta: Sergio Ramírez
Título original:
The Complete Film Dictionary, Second Edition
Publicado por primera vez en EE.UU. bajo el título
The Complete Film Dictionary, Second Edition,
de Ira Konigsberg
Publicado por acuerdo con Dutton Plume, a division of Penguin Putnam Inc.
Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en
el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con
penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan
sin la preceptiva autorización o plagien, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.
© Ira Konigsberg, 1987, 1997
© Ediciones Akal, S. A., 2004
para todos los países de habla hispana
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 84-460-1902-7
Depósito legal: M. 28.795-2004
Impreso en Fernández Ciudad, S. L.
(Madrid)
Prefacio
a la segunda edición americana
(1997)
Los radicales y revolucionarios cambios aconte-
cidos en la industria del cine desde 1987, fecha de
la primera aparición de este diccionario, han hecho
que la redacción de una segunda edición fuera
inevitable. Ha llegado la hora de poner al día aquel
volumen, y de reflejar los nuevos conceptos y el
nuevo lenguaje que han penetrado en el mundo de
la producción cinematográfica y de los estudios fíl-
micos. En el prefacio a la primera edición, me pre-
guntaba por el futuro del cine en los EE.UU., por
sus posibilidades de supervivencia ante lo que
entonces parecía el embate de una nueva era. En
concreto, los desafíos a los que entonces hacía
mención eran la influencia que podía tener un
público paulatinamente más joven en el contenido
de los propios filmes, el deterioro de la experiencia
del espectador en el contexto de las galerías de
multicines, el reto económico que el mercado del
vídeo y de la televisión por cable planteaban a la
exhibición en salas, y por último, y quizá lo más
importante, el impacto de la disolución de las gran-
des compañías cinematográficas tradicionales, que
han pasado a formar parte de inmensos conglome-
rados económicos. Podemos dar cuenta de las tres
primeras cuestiones en pocas palabras.
La marejada juvenil se ha apacentado y la canti-
dad de espectadores de más de cuarenta años ha
ido en aumento. El público se ha hecho adulto.
Resulta interesante comprobar que la gente que
acude habitualmente al cine tiene un nivel cultural
más alto que la que no lo hace. Aunque un cierto
número de salas tradicionales ha resistido a la divi-
sión de los grandes cines en minicines y a la apari-
ción de complejos de salas en galerías comerciales,
los nuevos
multiplexes
y
megaplexes
proporcionan
unas condiciones de exhibición que resultan al
mismo tiempo confortables e impresionantes. El
espectador puede sentarse en una butaca amplia y
mullida, contemplar imágenes perfectamente ilu-
minadas que provienen de una pantalla curva y
panorámica, y deleitarse con el sonido estereofóni-
co, digital y envolvente de la sala. Cierto es que las
pantallas no son tan enormes e imponentes como
las de los viejos palacios del cine, pero la calidad
de imagen y sonido resultan mejores que nunca.
Por otra parte, cada vez son más numerosas: sólo
desde mediados de los años ochenta, en los
EE.UU. aparecieron 8.500 pantallas de este tipo,
llegando a un total de 26.995 en 1995. Parece
obvio que el mercado del vídeo y del cable no
ha resultado dañino para la industria del cine; aun-
que mucha gente vea sólo películas en casa, gran
parte del público se siente lo bastante atraída por
las nuevas salas como para salir de sus hogares y
desplazarse hasta ellas. Por otro lado, y esto quizá
sea aún más revelador, el consumo doméstico ha
desempeñado un papel fundamental en el floreci-
miento del poder de las grandes organizaciones
corporativas propietarias de las compañías cinema-
tográficas. El vídeo y la televisión por cable se han
convertido en piezas fundamentales de la realidad
económica y de la expansión de la industria del
entretenimiento.
A pesar de todas estas buenas noticias, el estado
actual del cine tiene bastante de cajón de sastre. El
desarrollo de la tecnología resulta imparable, se
está ganando más dinero que nunca, pero los pro-
pios filmes a menudo resultan decepcionantes. Una
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Prefacio a la segunda edición americana (1997)
serie de artículos recientemente aparecidos en
The
New York Times
daba cuenta del hecho de que las
películas son cada vez más planas y de que los per-
sonajes son cada vez más simples. A medida que la
tecnología se adueña de la pantalla, a medida que
nos impacta y nos satura con los sonidos y las imá-
genes que produce, las cualidades que una vez nos
hicieron amar el cine, el argumento y la caracteriza-
ción de los personajes, se han convertido en som-
bras del pasado. Los motivos de esta situación
resultan claros. En los últimos años, el cine se ha
convertido en el
software
con el que alimentar una
larga lista de productos de
hardware:
distribución
en salas, vídeo doméstico, televisión por cable y
convencional, versiones noveladas, grabaciones
musicales, videojuegos y juegos de ordenador, par-
ques temáticos y otros mercados secundarios. Al
mismo tiempo, el
software
cinematográfico produ-
cido en los EE.UU. se ha convertido en un bien de
consumo internacional, cuya distribución en cines
de países extranjeros genera unos ingresos brutos
que equivalen prácticamente a los obtenidos en su
país de origen. En estas condiciones, una película
debe gustar a todo el mundo, y, por lo tanto, debe
perder buena parte de su personalidad y de su pro-
fundidad. La cuarta cuestión que planteaba en el
prefacio a la primera edición ha sido la que ha teni-
do mayor impacto: la entrada espectacular del cine
en el mundo de los grandes negocios.
Sin embargo, resulta difícil imaginar que los
avances tecnológicos hubieran tenido lugar a un
ritmo tan rápido de no haberse producido esta
expansión económica. Aunque no nos sintamos
conmovidos en lo emocional ni elevados en lo
espiritual, tenemos la posibilidad de contemplar
imágenes que ningún ser humano ha visto jamás.
Nuestra mente y nuestra imaginación se desarro-
llan, y nuestra fantasía y nuestros sueños se expan-
den. La tecnología nos coge del brazo y nos arras-
tra con sus nuevas visiones y sus nuevos sonidos.
El propio cine parece ser la punta de lanza de nue-
vas formas de entretenimiento, al fusionarse con, y
dar lugar a, las salas de exhibición especiales, el
vídeo interactivo y la realidad virtual.
Las dos grandes fuerzas presentes en el cine
que he mencionado, la económica y la tecnológica,
fueron dos de las cinco categorías en las que basé
mi decisión de que el
Diccionario completo de
cine
fuera una obra exhaustiva. Para este volumen,
me remito de nuevo a ellas para justificar la totali-
dad de las entradas, pero reconociendo el impacto
de esas dos fuerzas sobre el resto. En adición a
ambas, el lector volverá a encontrar la terminolo-
gía práctica del discurso fílmico empleado en el
área; el léxico básico necesario para saber cómo se
desarrolla la producción de una película y cómo
puede hablarse con propiedad sobre lo que tiene
lugar en la pantalla; el léxico preciso para com-
prender el desarrollo histórico que se ha producido
en este campo, incluyendo lo que ha sucedido en la
inquieta última década y la terminología de la crí-
tica y de la teoría, que hoy día asume una concien-
cia creciente de la dinámica cinematográfica, del
papel del espectador y de la interacción entre cine
y cultura.
Si el lector examina este volumen, descubrirá
en qué medida el mundo de los negocios y el
mercado influyen prácticamente en todo lo que
sucede en la industria, incluyendo lo que vemos y
oímos en los cines. Antes de que la cámara se
ponga en marcha, un gran número de acuerdos
contractuales limita y concreta todo lo que suce-
derá a continuación: quién desempeñará cada uno
de los papeles del proyecto y bajo qué condicio-
nes, cómo tendrá lugar la producción, de qué
manera el producto final se abrirá paso en una
cadena de formatos y mercados interrelacionados
y de qué modo las diversas partes e individuos se
repartirán los beneficios. Sería ingenuo minimi-
zar el impacto de todos estos acuerdos contrac-
tuales y de todos estos quebraderos de cabeza
sobre el producto que conocemos como «la pelí-
cula». Íntimamente conectada con esta red de
preocupaciones financieras se encuentra la orga-
nización general de la industria, la vasta estructu-
ra de las corporaciones, sus cambiantes alianzas y
oposiciones y los hombres que compran, venden
y dirigen todas estas organizaciones, las personas
que son las auténticas estrellas de la industria
cinematográfica contemporánea.
Pero de mis cinco antiguas categorías, sin duda
la más fascinante y excitante, la que ha cambiado
en mayor medida, es la tecnológica. Todos los afi-
cionados al cine saben que la historia del medio es
también la historia de su tecnología, que cada des-
arrollo técnico cambia para siempre lo que vemos
y aquello ante lo que reaccionamos en una panta-
lla. El cine, como ya puse de relieve en la primera
edición, consiste en una amalgama de arte y tec-
nología, y en cuanto tal constituye la forma artísti-
ca por excelencia del siglo
XX
. A punto de con-
cluirlo, debemos profundizar en esta perspectiva y
decir que el cine es asimismo la forma artística
por excelencia del siglo
XXI
, en la medida en que
participa, en su proceso de producción y en cuanto
producto acabado, de la revolución digital de la
nueva era de la información y del entretenimiento.
También debemos destacar el papel aglutinador
que desempeña el cine en nuestro nuevo mundo:
cómo, mediante la incorporación de toda esa tec-
Prefacio a la segunda edición americana (1997)
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nología, ha tenido un fuerte impacto en un gran
número de ámbitos y medios de comunicación.
Lo más alentador de la recepción del
Dicciona-
rio completo de cine
ha sido su acogida por parte
de profesionales de la propia industria, de profeso-
res de cine, de críticos y de estudiantes, así como
de aficionados que aman las películas. No obstan-
te, me gustaría añadir un grupo más a esta lista de
lectores a la que me dirijo, el de aquellas personas
cuya actividad profesional se encuentra en cierta
medida ligada al cine y que precisa comprender
qué lazos de conexión existen entre el cine y otros
medios artísticos y financieros. De nuevo, he tra-
tado de dar cuenta del léxico explicativo de las
diversas categorías, de sus interacciones y de
cómo influyen en las películas, de forma exhausti-
va y técnica, pero también accesible para casi todo
el mundo. Con el fin de hacer que el mundo del
cine quedara al alcance de todos estos tipos de lec-
tores, he continuado con la costumbre de brindar
breves (y, en ocasiones, no tan breves) ensayos
para describir grandes desarrollos, procedimientos
complejos y amplias visiones de conjunto, que sir-
vieran como contexto de las definiciones más con-
cisas que forman en su mayor parte el diccionario.
He actualizado las entradas existentes siempre
que ha sido necesario ponerlas al día en relación
con desarrollos y prácticas más modernos. Al
mismo tiempo, he tratado de reconocer la manera
en que las tecnologías y las prácticas más anti-
guas sobreviven en la actualidad. Aunque todo lo
relacionado con la revolución digital tenga un
aire lleno de
glamour,
debemos recordar que
algunas de las tecnologías tradicionales cumplen
con su objetivo de una manera más eficaz y más
barata. En este sentido, cabe mencionar el uso
que se le sigue dando al procedimiento fotoquí-
mico de la pantalla azul, a la retroproyección y a
las positivadoras ópticas. He incluido también un
cierto número de entradas dedicadas a tecnologías
que han desaparecido, debido a la importancia que
tuvieron en la historia del medio. La historia de la
tecnología es importante para la historia del cine,
y ambas se encuentran íntimamente conectadas.
Éste es un diccionario de cine que abarca su pasa-
do, su presente y su futuro.
He añadido unas 500 entradas a las 3.500 que
figuraban en la primera edición. Aunque en su
mayoría las nuevas entradas vienen a completar y
a detallar las ya existentes, un cierto número se
aventura en nuevos territorios, sobre todo en la
medida en que se dirigen a dar cuenta del impacto
de la tecnología digital en las fases de preproduc-
ción, de producción y de posproducción de una
película. También he añadido 35 nuevos diagra-
mas y fotografías a los 225 ya existentes. Su
objetivo es que la maquinaria, la técnica y la his-
toria del cine resulten todo lo visuales que sea
posible, en consonancia con el propio medio del
que trata el diccionario. Muchos de los nuevos
esquemas reflejan los avances que se han produ-
cido en la tecnología cinematográfica y contribu-
yen a poner al día el libro.
Una vez más, he consultado toda la bibliografía
existente sobre la industria del cine y sobre el
cine, he estudiado todas las revistas de cine dispo-
nibles en el mercado americano, tanto las de la
industria como las que versan sobre ella, y he exa-
minado todos los catálogos de todos los fabrican-
tes de equipos que he tenido a mi alcance. He
estado al tanto de todos los desarrollos que se han
producido en el seno de la industria leyendo sin
cesar todas las publicaciones periódicas económi-
cas y financieras disponibles en los EE.UU. Para
estar al día y entender los vertiginosos cambios
tecnológicos que se han producido, me he puesto
en contacto directo con las compañías y las perso-
nas responsables de estos avances, haciéndoles
miles de preguntas, examinando todos los docu-
mentos que fueran necesarios, visitando sus insta-
laciones para echar una ojeada a los equipos y
volviéndoles a hacer un millón de preguntas, hasta
adquirir los conocimientos necesarios para escri-
bir las nuevas entradas de este volumen.
Una empresa de esta magnitud, aunque fuera lle-
vada a cabo por un equipo de personas, conlleva gra-
ves riesgos. He pasado muchas horas ocupado obse-
sivamente en revisar y volver a revisar las entradas
para que todo estuviera tan correcto como fuera
humanamente posible. Debo agradecer todas las car-
tas que recibí tras la aparición de la primera edición
del diccionario, en las que se me sugerían correccio-
nes y adiciones, con el propósito de contribuir a una
tarea noble y ardua. La publicación de este nuevo
volumen me brinda la oportunidad de responder a
esas sugerencias. Quiero expresar especialmente mi
agradecimiento a los editores por la posibilidad
de corregir las fechas incorrectas y los errores tipo-
gráficos que contenía la primera edición, y que me
preocupaban tanto desde que los descubrí. Es mi
mayor deseo que el nuevo material me cause menos
desazón.
El
Diccionario completo de cine
sigue teniendo
como objetivo ser la mayor fuente de información
en su campo, tanto para profesionales como para
aficionados. Hasta donde yo sé, no hay ninguna
obra similar en cuanto a su alcance. No obstante,
como ya hice en la primera edición del diccionario,
quiero rendir tributo a aquellos trabajos que han
contribuido a una mejor comprensión del complejo
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